Farándula, de Marta Sanz

Valeria Falcón es una actriz de cierta notoriedad que cada jueves visita a una vieja gloria del teatro, Ana Urrutia. La Urrutia padece el síndrome de Diógenes y no tiene dónde caerse muerta. Su ocaso se solapa con la eclosión de un capullo en flor, Natalia de Miguel, una joven aspirante que enamora al cínico Lorenzo Lucas, álter ego de Addison DeWitt. Nadie tendrá derecho a destrozar la felicidad de Natalia de Miguel, una chica muy delgada que en pantalla da gordita.

Bajo el signo de Marte, de Fritz Zorn

Bajo el signo de Marte es uno de los libros más estremecedores que se hayan escrito en mucho tiempo. Su autor, hijo de una rica familia burguesa de Zúrich, murió de cáncer a los treinta y dos años. Pocos meses antes de su muerte escribió esta obra, que se publicó originariamente en 1977, en un definitivo esfuerzo por comprender su propia vida y las causas del mal incurable. El resultado fue un análisis lúcido y despiadado del concepto de felicidad burguesa y sus relaciones con la enfermedad. El autor de este libro, que firma bajo el seudónimo de Fritz Zorn (en alemán, cólera), vivió toda su vida en Zúrich y allí murió a los treinta y dos años, víctima de un cáncer incurable. Bajo el signo de Marte es su único libro. El manuscrito original llegó a manos del escritor suizo Adolf Muschg, quien no pudo conocer personalmente al autor pero gestionó su publicación en una editorial alemana. Fritz Zorn se enteró de la respuesta afirmativa del editor un día antes de su muerte en una clínica suiza. En un último gesto de rechazo a su entorno familiar y social, legó los derechos de autor a Amnistía Internacional. La publicación del texto causó un enorme impacto.

Semmelweiss, de Louis-Ferdinand Céline

Semmelweiss, un joven estudiante de derecho nacido en Budapest, acude a Viena en 1837 para terminar sus estudios. Pero al llegar a la capital del imperio, movido por la curiosidad, sigue un curso en el hospital de la ciudad, luego asiste a una autopsia y acaba descubriendo su vocación verdadera. Al cabo de poco tiempo, el joven médico empieza a ejercer en prácticas en uno de los pabellones del hospital de maternidad de la capital austriaca. Allí descubre con horror que entrar en aquel lugar supone una condena a muerte para la mayoría de parturientas. Perseguido por la idea de que sus colegas son, sin saberlo, verdugos, empieza a investigar y pronto ofrece un método para reducir las calamitosas cifras de mujeres muertas. Pero contra lo que cabría esperar, este descubrimiento choca en un primer momento con la indiferencia de sus colegas y luego con un odio creciente que lo llevará a la marginación profesional y a una profunda crisis personal. Sólo años después de su muerte se le reconocerá como el padre de la antisepsia moderna. Con el relato de la trágica historia de Semmelweiss el escritor francés no sólo denuncia a la comunidad científica del siglo XIX, sino en general la estupidez y la mezquindad humanas: «Supongamos» escribe Céline en su Prefacio, «que hoy aparece otro inocente que se pone a curar el cáncer. ¡El pobre no puede imaginar el tipo de música que le harían bailar en seguida! ¡Sería fenomenal! ¡Ah, qué duplique su prudencia! ¡Ah, más vale que esté prevenido! ¡Qué se ande con muchísimo cuidado! ¡Ah, más le hubiera valido alistarse de inmediato en la Legión Extranjera! Todo se expía, tanto el bien como el mal se pagan, tarde o temprano. Naturalmente, el bien es mucho más caro ».
Semmelweiss, un joven estudiante de derecho nacido en Budapest, acude a Viena en 1837 para terminar sus estudios. Pero al llegar a la capital del imperio, movido por la curiosidad, sigue un curso en el hospital de la ciudad, luego asiste a una autopsia y acaba descubriendo su vocación verdadera. Al cabo de poco tiempo, el joven médico empieza a ejercer en prácticas en uno de los pabellones del hospital de maternidad de la capital austriaca. Allí descubre con horror que entrar en aquel lugar supone una condena a muerte para la mayoría de parturientas. Perseguido por la idea de que sus colegas son, sin saberlo, verdugos, empieza a investigar y pronto ofrece un método para reducir las calamitosas cifras de mujeres muertas. Pero contra lo que cabría esperar, este descubrimiento choca en un primer momento con la indiferencia de sus colegas y luego con un odio creciente que lo llevará a la marginación profesional y a una profunda crisis personal. Sólo años después de su muerte se le reconocerá como el padre de la antisepsia moderna. Con el relato de la trágica historia de Semmelweiss el escritor francés no sólo denuncia a la comunidad científica del siglo XIX, sino en general la estupidez y la mezquindad humanas: «Supongamos» escribe Céline en su Prefacio, «que hoy aparece otro inocente que se pone a curar el cáncer. ¡El pobre no puede imaginar el tipo de música que le harían bailar en seguida! ¡Sería fenomenal! ¡Ah, qué duplique su prudencia! ¡Ah, más vale que esté prevenido! ¡Qué se ande con muchísimo cuidado! ¡Ah, más le hubiera valido alistarse de inmediato en la Legión Extranjera! Todo se expía, tanto el bien como el mal se pagan, tarde o temprano. Naturalmente, el bien es mucho más caro».

La señora Dalloway recibe, de Virginia Woolf

Publicada en 1925, La señora Dalloway, la primera de las novelas con que Virginia Woolf revolucionó la narrativa de su tiempo, relata un día en la vida londinense de Clarissa, una dama de alta alcurnia casada con un diputado conservador y madre de una adolescente. La historia comienza una soleada mañana de 1923 y termina esa misma noche, cuando empiezan a retirarse los invitados de una fiesta que se celebra en la mansión de los Dalloway. Aunque en el curso del día suceda un hecho trágico -el suicidio de un joven que volvió de la guerra con la mente perturbada-, lo verdaderamente esencial de la obra estriba en que los hechos están narrados desde la mente de los personajes, con un lenguaje capaz de dibujar los meandros y ritmos escurridizos de la conciencia y de expresar la condición de la mujer de un modo a la vez íntimo y objetivo. Casi ochenta años después de su aparición, La señora Dalloway conserva intactas la oscura belleza y la originalidad que le permitieron ingresar en la restringida familia de los clásicos del siglo XX.

Matadero 5, de Kurt Vonnegut

Billy Pilgrim rememora sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial, en especial su presencia en el bombardeo aliado de Dresde, y su contacto con los trafalmadores, unos extraños seres con percepción en cuatro dimensiones.
Pilgrim es el alter ego de Kurt Vonnegut en esta novela antibélica publicada en el año 1969. Es un estudio psicológico y ficción autobiográfica mediante el que el autor estadounidense, quien estuvo en la ciudad de Dresde en tiempos del mentado conflicto bélico, se introduce con una narrativa omnisciente y desde una postura crítica con su presente (Vietnam), sentido paranoico, rasgos humorísticos irónicos y de ciencia-ficción, remachando la mente perturbada del deponente de la barbarie, en el trastorno del testigo de la muerte y la destrucción.

Caperucita en Manhattan, Carmen Martín Gaite

Caperucita es un clásico de la literatura sobre la iniciación a la vida adulta, sobre los peligros a los que tenemos que hacer frente y la exigencia de hacerlo en libertad y soledad. Carmen Martín Gaite nos recrea magistralmente esta historia y la adapta a la sociedad en la que vivimos, con una Caperucita que es una niña de hoy y que se mueve en un bosque muy diferente (Manhattan), aunque también se encontrará con los personajes del famoso cuento, aquí completamente diferentes: miss Lunatic, mister Wolf, etc.

La guitarra azul, de John Banville

Abandonado por su musa, Oliver Orme ha dejado de pintar. Quizá ya no sea un pintor, pero siempre será un ladrón. No roba por dinero, sino por el placer casi erótico de quitarle algo a otro. Posesiones como la irresistible Polly, la mujer de su gran amigo Marcus. Cuando este robo sale a la luz, con consecuencias irreparables para Marcus, Polly, Orme y su mujer Gloria, el culpable se refugia temporalmente en el hogar de su infancia. Un viaje que le obligará a enfrentarse a sí mismo en busca de la redención.
Mordaz, ingeniosa, emotiva y demoledora, La guitarra azul disecciona la naturaleza de los celos y las relaciones humanas.

Tiempo de canallas, de Lillian Hellman

Tiempo de canallas es una parte de la autobiografía de Hellman y habla del macartismo. Lo que el lector encontrará aquí no es un relato de vida o muerte al estilo del que podría recibir de un miembro de la resistencia palestina. Comparado con eso, lo que aquí se relata es un juego de niños. La misma Hellman lo señala cuando se sorprende por cuán poco entregaron el alma los “intelectuales” progresistas americanos: no fue por amenazas de muerte, miseria o cárcel prolongada. Fue, como dijo Orson Wells, “por sus piscinas”. Sin embargo, eso no le quita su trascendencia a este libro como testimonio de que siempre hay personas con dignidad, que siempre existe quien dice no, que siempre está el que no se vende. Por su valor como muestra del totalitarismo cotidiano de la sociedad norteamericana, la que se pretende la más “libre” del mundo, pero también como prueba de la necesidad de la batalla por las conciencias, vale la pena leerlo y apreciar a su autora.

Trenes rigurosamente vigilados, de Bohumil Hrabal

renes rigurosamente vigilados, la novela más conocida de Bohumil Hrabal, es una divertida y entrañable historia sobre la resistencia frente al invasor alemán durante la Segunda Guerra Mundial, protagonizada por los empleados de la estación de tren de un pequeño pueblo checoslovaco. El descubrimiento del amor y del deseo están presentes en la narración del despertar al mundo adulto del aprendiz y verdadero héroe de la novela, que sigue los pasos del hedonista factor de la estación tras la atractiva telegrafista.