Bajo el título de uno de ellos, La balada del café triste, se agrupan en este libro varios de los relatos más significativos de la singular y sutil narrativa de Carson McCullers, que han accedido ya a la consideración de clásicos de la moderna literatura norteamericana y constituyen incursiones en la silenciosa, secreta y sagrada intimidad del alma de sus personajes. Narrados con un prodigioso sentido de la construcción, los relatos de Carson McCullers alcanzan una resonancia interior que va mucho más allá de su sencilla y directa observación de la realidad. El mundo punzante, desesperanzado y profundamente poético de Carson McCullers constituye, en palabras de Edith Sitwell el legado de «una escritora trascendental».
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Delicioso suicidio en grupo, de Arto Paasilinna
Lo más importante en esta vida es la muerte, y ni siquiera ésta es realmente importante.» Siguiendo este reconfortante dicho, y tras una vida oscura y mezquina, miles de finlandeses se lanzan anualmente precipicio abajo o ponen fin a sus
vidas en el típico granero finés, inhalando dióxido de carbono del tubo de escape. Precisamente el día de San Juan, la
fiesta de la luz y la alegría de principios de verano, Onni Rellonen, un pequeño empresario en crisis, decide poner fin a
su vida. Pero apenas ha encontrado, en un granero apartado, el lugar ideal para afrontar la muerte, unos ruidos extraños lo detienen. En el último segundo, Onni consigue salvar a otro visitante del granero, que se mantiene a duras penas sobre una silla tambaleante y con un nudo corredizo alrededor del cuello: porque precisamente el mismo día de San Juan, la fiesta de la luz y la alegría de principios de verano, el coronel Kemppainen, un viudo desconsolado, también había decidido poner fin a su vida. Disuadidos por este encuentro fortuito, renuncian al común propósito y empiezan a charlar sobre los motivos que les han llevado a tomar tan trágica decisión. Mientras hablan animadamente, llegan a casa del empresario, toman una sauna, beben coñac y empiezan a tutearse, hasta que se rinden ante una evidencia: existe un gran número de candidatos al suicidio. De ahí nace una amistad que durará toda la vida, además de la genial idea de fundar una asociación de «aspirantes a suicida».
La herencia de Eszter, de Sándor Márai
Instalada en la casa que heredó de su padre y con la sola compañía de una pariente anciana, Eszter es una mujer soltera que vive con la placidez y tranquilidad de quien ha logrado adaptarse a lo que la vida le ha deparado. Hasta que un día, inesperadamente, recibe un telegrama de Lajos, viejo amigo de la familia, anunciando su inminente visita. Canalla encantador y sin escrúpulos, cuyas magníficas dotes de actor le confieren un poder de seducción irresistible, Lajos no sólo traicionó a Eszter, sino también destruyó a su familia y les quitó todo lo que poseían, salvo la casa en la que viven y cuyo jardín es su único y escaso medio de subsistencia. Ahora, tras una prolongada ausencia, Lajos regresa y Eszter se prepara para recibirlo conmovida por un torbellino de sentimientos contradictorios. Con la inevitabilidad del destino como eje central de la narración, La herencia de Eszter se desarrolla de una forma totalmente inesperada y paradójica. El vividor y mentiroso Lajos, con su inagotable energía, es un vendaval de vitalidad, alegría y pasión por la vida que sólo por el hecho de existir pone permanentemente en entredicho la aparente solidez de las convenciones morales más arraigadas. Escrita en 1939, tres años antes de El último encuentro, con la misma prosa depurada y precisa que ha admirado a miles de lectores, esta novela es una pequeña joya que merece su lugar entre las mejores obras literarias del siglo
Feminismo, escritoras y lecturas
Con motivo de la reciente celebración del Día Internacional de la Mujer hacemos un repaso sobre diferentes autoras y libros feministas.
Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez
Este libro es el regreso a las historias reales de la posguerra que contaron en voz baja narradores que no querían contar cuentos sino hablar de sus amigos, de sus familiares desaparecidos, de ausencias irreparables. Son historias de los tiempos del silencio, cuando daba miedo que alguien supiera que sabías. Cuatro historias, sutilmente engarzadas entre sí, contadas desde el mismo lenguaje pero con los estilos propios de narradores distintos que van perfilando la verdadera protagonista de esta narración: la derrota. Un capitán del ejército de Franco que, el mismo día de la Victoria, renuncia a ganar la guerra; un niño poeta que huye asustado con su compañera niña embarazada y vive una historia vertiginosa de madurez y muerte en el breve plazo de unos meses; un preso en la cárcel de Porlier que se niega a vivir en la impostura para que el verdugo pueda ser calificado de verdugo; por último, un diácono rijoso que enmascara su lascivia tras el fascismo apostólico que reclama la sangre purificadora del vencido. Éste es el primer ajuste de cuentas de Alberto Méndez con su memoria y lo hace emboscado en un flagrante intento de hacerlo desde la literatura.
Estrella distante, de Roberto Bolaño
El narrador vio por primera vez a aquel hombre en 1971, o 1972, cuando Allende aún era presidente de Chile. Entonces se hacía llamar Ruiz-Tagle y se deslizaba con la distancia y la cautela de un gato por los talleres literarios de la universidad de Concepción. Escribía poemas también distantes y cautelosos, seducía a las mujeres, despertaba en los hombres una indefinible desconfianza. Volvió a verlo después del Golpe. Pero en esa ocasión el narrador aún ignoraba que aquel aviador, Wieder, que escribía con humor versículos de la Biblia con un avión de la Segunda Guerra Mundial, y Ruiz-Tagle, el aprendiz de poeta, eran uno y el mismo.
El amante, de Marguerite Duras
Cuarenta y un años después de publicar su primera novela, Marguerite Duras se convierte de la noche a la mañana, con El amante, en una autora solicitada por todos los públicos. Y, además, recibe poco después, en noviembre de 1984, el prestigioso Premio Goncourt. A todos emociona sin duda esta narración autobiográfica en la que la autora expresa, con la intensidad del deseo, esa historia de amor entre una adolescente de quince años y un rico comerciante chino de veintiséis. Esa jovencita bellísima, pero pobre, que vive en Indochina, no es otra que la propia escritora quien, hoy, recuerda las relaciones apasionadas, de intensos amor y odio, que desgarraron a su familia y, de pronto, grabaron prematuramente en su rostro los implacables surcos de la madurez. Pocas personas -y en particular mujeres- permaneceran inmunes a la contagiosa pasión que emana de este libro.
El club de los suicidas, de Robert Louis Stevenson
En 1877 toda la obra de Stevenson se limitaba a unos pocos artículos, hasta que en un viaje a Francia conoció a Fanny van der Grift, que poco después se convertiría en su esposa. Fue a partir de este encuentro cuando comienza a escribir, entre 1877 y 1880, sus primeros relatos, que envía al London Magazine, al Cornhill Magazine y al Temple Bar, donde aparecen por entregas. En 1878 Stevenson publica El Club de los suicidas y El diamante del rajá en The London Magazine, bajo el título Latter-Day Arabian Nights. Posteriormente retoca en profundidad estos dos cuentos y los reúne junto con otros relatos en un volumen titulado Las nuevas noches árabes (1882) –Avatares nº 49– del que se han extraído para la presente edición. Su carácter fragmentario no impide que la obra pueda leerse como una novela, pues las historias se entrelazan, al estilo de Las mil y una noches, bajo un denominador común: la aventura de la supervivencia en un medio hostil.
El hilo conductor de estas historias es el príncipe Florizel, personaje posiblemente inspirado en un hijo de María Teresa y José II de Bohemia. El Club de los suicidas nos descubre la existencia de un excéntrico club clandestino destinado a facilitar el paso a la otra vida a sus socios, y El diamante del rajá relata el robo y las posteriores peripecias de una magnífica joya, un diamante precedido de una nefasta historia de traiciones y crímenes.
Los ojos del hermano eterno, de Stefan Zweig
Un libro curiosísimo en la obra de Stefan Zweig, está escrito como una leyenda oriental situada mucho antes de los tiempos de Buda. Narra la historia de Virata, hombre justo y virtuoso, el juez más célebre del reino, que después de vivir voluntariamente en sus propias carnes la condena a las tinieblas destinada a los asesinos más sanguinarios, descubre el valor absoluto de la vida y reconoce en los ojos del hermano eterno la imposibilidad intrínseca de todo acto judicativo. Virata llega a ser, después de su renuncia, un hombre anónimo a quien le espera, una vez muerto, un olvido todavía más perenne, el de la historia que sigue su curso prescindiendo del hombre más justo de todos los tiempos.
Uniones, de Robert Musil
Publicado por primera vez en 1911, cuando el autor contaba treinta y seis años, y era bibliotecario de la Universidad Técnica de Viena, Uniones fue el segundo libro de Robert Musil. Nacidos como consecuencia de una petición para la revista Hyperion, los relatos conocieron una génesis insólita. En palabras del propio Musil, «trabajé en dos cuentos dos años y medio, se puede decir que día y noche. Estuve, por su causa, al borde del hundimiento espiritual». El propósito de Musil en estas narraciones era «describir el camino que lleva, en el plazo de sólo veinticuatro horas, de la más entrañable unión a la infidelidad». Otros relatos contemporáneos de los de Uniones o inmediatamente posteriores a ellos, y en ocasiones de carácter autobiográfico, completan un volumen que revela al lector de nuestra lengua una región hasta hoy casi totalmente inexplorada entre nosotros de un autor capital.