Tiempo de canallas es una parte de la autobiografía de Hellman y habla del macartismo. Lo que el lector encontrará aquí no es un relato de vida o muerte al estilo del que podría recibir de un miembro de la resistencia palestina. Comparado con eso, lo que aquí se relata es un juego de niños. La misma Hellman lo señala cuando se sorprende por cuán poco entregaron el alma los “intelectuales” progresistas americanos: no fue por amenazas de muerte, miseria o cárcel prolongada. Fue, como dijo Orson Wells, “por sus piscinas”. Sin embargo, eso no le quita su trascendencia a este libro como testimonio de que siempre hay personas con dignidad, que siempre existe quien dice no, que siempre está el que no se vende. Por su valor como muestra del totalitarismo cotidiano de la sociedad norteamericana, la que se pretende la más “libre” del mundo, pero también como prueba de la necesidad de la batalla por las conciencias, vale la pena leerlo y apreciar a su autora.